Hablar de ellos con miedo
- José Iván Camacho
- 24 feb
- 3 Min. de lectura

Ojalá uno tuviera que ahorrarse las palabras que se escriben aquí. “La historia no se repite” diría Mark Twain (o, al menos a él le atribuyen la frase) “pero a menudo rima”. Bueno, si me lo preguntaran (y aunque no me lo pregunten), me dedicaría a cambiarla un poco diciendo que “la historia es imposible de repetirse, pero hay cada persona que quiere que rime”. ¿Por qué lo digo? Quiero recordar la noticia que llenó las primeras planas en los últimos días de enero con Elon Musk haciendo su “saludo romano”, diciendo que “llevaba su corazón a la gente”. Y lo voy a intentar conectar con una serie de “saludos romanos” que se han dado en los últimos días (entre ellos, el que hizo Eduardo Verástegui). Por cierto, habría que aclarar que el “saludo” fue una invención del pintor Jacques-Louis David (véase la pintura “El juramento de los Horacios”) y retomado por Benito Mussolini tras ver cómo Gabriele D’Anunnzio lo imponía en señal de la restitución del papel de Italia en el mundo, para que después lo tomaran los nazis con cierta reticencia porque no era lo “bastante germánico”.
Quiero moverme un poco en el tiempo. Chance, unos cincuenta o sesenta años atrás. Hubo un periodista muy importante en México que tenía su columna comentando las cosas que pasaban en el día a día. Su nombre era Manuel Buendía Tellezgirón. En uno de sus tantos textos, publicado el día 12 de mayo de 1967 en el periódico El Día, se dedicó a contar la historia de una profesora de la Prepa 8 de la UNAM que fue sobreviviente del Campo de Concentración y Exterminio de Auschwitz y que encontró cobijo en México. Se deshace en elogios diciendo que es una profesora universitaria muy preparada, que domina siete idiomas. Y, después, habla de un incidente que ocurre en esa preparatoria: ¡El pizarrón del salón en que da clases la recibe con varias esvásticas y con la frase “Juden raus!” (¡Judíos fuera!) que la hizo volver al terror de Auschwitz. También menciona el evento en que un estudiante judío de la misma preparatoria es golpeado brutalmente por un grupo de jóvenes que proferían insultos contra la comunidad judía. El profesor Fernando Castellanos Tena, director de esa preparatoria en aquel entonces, soltó un “Son cosas sin importancia”. Y cierra Buendía aquella columna “No nos sorprenda que, en el desfile del 16 de septiembre, tras el contingente de charros pase un grupo de muchachos con rasgos indígenas o mestizos marcando muy bien su paso de ganso mientras van cantando Deutschland, Deutschland über alles…”
En otra columna, titulada “Racistas”, hace referencia al “desagravio” que pretendían hacer un puñado de jóvenes ante la inasistencia de Sudáfrica a las Olimpiadas de 1968 debido al régimen del Apartheid. Y lo que buscan es construir la imagen del negro africano como un enemigo de nuestra patria… “¡Y mire usted el soberano ridículo que nos espera: los ‘prietillos’ mexicanos odiando a la ‘gente de color’! El comal y la olla, más o menos…” Esas palabras me las quedo, sobre todo recordando la existencia de un tremendo personajazo que “estudió” en un cierto Colegio de Historia de una cierta Facultad de Filosofía y Letras de una cierta Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. ¡Mire usted el soberano ridículo…!
De Manuel Buendía hay que aprender mucho, la verdad. “No se trata de fuegos fatuos o de juegos de dialéctica” escribió el periodista michoacano en una columna titulada “A propósito de fascismo”, publicada el 19 de abril de 1972 en El Día. Ahora, como en su momento, “se trata de quienes se proclaman legítimos herederos de aquel nazifascismo… tan legítimos herederos son que usan la bandera de Hitler y (personalmente, lo pongo en negritas para resaltarlo) saludan con el brazo extendido y alzado”. Y con esas palabras, así como muchas otras que quedaron en la antología La ultraderecha en México (el cual compartiré su versión en digital para que puedan leerlo con más detenimiento y atención), Manuel Buendía parece que escribió o con cierto horror o con bastante desagrado. Y de la misma manera propongo que leamos, que escribamos y que hablemos de ellos. “No se trata de juegos de dialéctica” repito: En serio pretenden llegar al poder para intentar “que rime la historia”. No es maestra de la vida, pero la historia si puede darnos señas de advertencia. En serio, hago la invitación a que seamos más cautos al elegir materiales de lectura sobre historia: No sea que se nos cruce un Salvador Borrego o el perfil de Reidezel Mendoza en el sitio academia.edu (que, hasta hace poco, albergaba un libro de un negacionista del Holocausto).
Es momento de escribir ahora, para que, recordando aquel poema de Martin Niemöller, “no llegue el momento de que vengan por nosotros y no haya quien hable por nosotros”.
Para leer a Buendía, en el siguiente enlace https://drive.google.com/file/d/1d7y1Q9PV8n4r0qq9L9Nehzg-pjmsWu4B/view?usp=drive_link
Comments